En cualquiera de las economías que nos circundan, la cogeneración es un activo país especialmente valioso en tiempos de crisis como los que España está viviendo y los que vendrán, que serán peores de lo que imaginamos.
La vicepresidenta Ribera nos ha dicho que pondrán en valor la cogeneración. Esperemos que así sea y en su justa medida: aporta ahorros de energía valorados hoy en más de 2.000 millones de euros anuales en compras de gas, 240 millones en CO2 y una significativa contribución a la competitividad de cientos de productos industriales –alimentos, papel, químicos, textiles, cerámicos, etc.-, que afianzan el empleo, generan actividad económica e industrial –20% del PIB industrial- y ventajas a los sistemas energéticos de electricidad y gas.
Como consecuencia de un error regulatorio, convertido rápidamente en desastre, la cogeneración ha dejado de producir el 5% de la electricidad del país en poco más de dos semanas, tras la puesta en marcha del topado del gas.
Por lógica y por experiencia, cuanto más vale la energía, más apreciada es la cogeneración por sus ahorros a gran escala. Ahora el mayor problema, más allá del clima, son las circunstancias energéticas que se ciernen sobre Europa y España en relación a los precios de la electricidad y del gas, y sus consecuencias sobre la economía y las personas. La cogeneración funciona en este entorno como una gran aliada.